No pasa nada, avisen cuando llegue la luz

Segundo día, otro ambulatorio en Baruta, aquí pasaban las horas y no pasaba nada. Se había ido la luz. Solo se encontraba dando consultas la médica* de guardia, no había nada más qué hacer, más allá de atender a quienes tenían consultas simples, a los demás se les despachaba, mientras, las enfermeras estaban sentadas afuera viendo cómo pasaban los carros.

Por otro lado, escuchaba lo duro que es ser médico en un país que se ensaña en contra de los que intentan hacer lo posible por cumplir con su juramento hipocrático.  

Para Génesis, el “ejercer la medicina” se convirtió en un “ejercer la humanidad”, ya que en muchos casos los médicos lo más que pueden hacer es convertirse en un acompañante para el paciente y no en quien busca la solución para sus dolencias, expresaba con tristeza, debido a que no cuentan con los recursos necesarios para dar respuesta a los múltiples e infinitos casos que abarrotan las salas de emergencias. 

“Como médico, lo peor que te puede pasar es ver cómo se te está muriendo un paciente no porque no sepas lo que estás haciendo y hayas hecho todo por salvarlo, sino porque no tienes los insumos y las herramientas para ayudarlo”, decía con la voz quebrada, porque esto le pasó en múltiples ocasiones. 

Uno de los casos que más la marcó en su año de cumplimiento con el artículo 8, fue una niña que parecía recién nacida, aunque estaba por cumplir un año, y llegó a la emergencia con un cuadro clínico de desnutrición severa, debido a que los padres carecían de los recursos para alimentarla adecuadamente. Al no tener al alcance las herramientas para atenderla, hizo lo posible por conseguir que la trasladaran al Hospital de niños J.M. De Los Ríos, donde, cuenta que en un principio no quisieron aceptarla. La gestión le tomó horas, pero al mover cielo y tierra, haciendo llamadas e insistiendo, logró que la niña  fuese trasladada al hospital, pero falleció a las pocas horas, posterior a su ingreso. Suena simple, decía, «pero fueron horas de desesperación, de lidiar con la incompetencia del Estado, con la burocracia de un sistema ya sobresaturado que no se da abasto para dar respuesta a todo lo que está sucediendo. Un sistema que su única respuesta es: no hay. Sin dejar a un lado el peso de la responsabilidad asumida de hacer todo lo posible por salvar una vida, que cuando escapa de tus manos, solo queda tristeza, frustración y ganas de romperlo todo». 

Sin embargo, esta es solo una de las infinitas experiencias que viven muchos de los médicos venezolanos, en un país donde el ejercicio de su profesión pasó a convertirse en frustración y que para la fecha ya el 40% de los médicos recién graduados había emigrado. Génesis, como muchos de los otros médicos que conocí, pasó  a ser parte del porcentaje de médicos jóvenes que no ven futuro en Venezuela y se marchó a Alemania. 

*Médica

 

Pd:  Parte 2/3